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2017/03/02

BETI HORRELA EGIN DA / SIEMPRE SE HA HECHO ASÍ

Bizitzan askotan, egoera batzuen aurrean, jaso ditugun ohiturak eta ereduak errepikatzen ditugu pentsatu gabe, horrela ikasi dugulako. Honekin ez dut esan nahi gaizki egiten dugunik, esperientziak asko balio baitu. Baina batzuetan, badago aztertzerik eta egiteko era bestelakoa izan. "Horrela egin da beti"-k ez du betiko balio behar. Agian, bere momentuan, bazuen arrazoi sendo bat, guretzat orain, garrantzirik gabekoa dena. Eguneroko bizimoduan eta hainbat egoeratan, Jorge Bucay-en ipuinak datozkit burura. Asko gustatzen zaidan bat ezagutarazi nahi dizuet. Thomas Jarris-ena da eta "Cartas para Claudia" liburuan jaso du Bucay-ek. Ea zuen gustukoa den!

EL JAMÓN ASADO

ACTO PRIMERO
(En la casa de la pareja la esposa ha
cocinado por primera vez un hermoso jamón
al horno para su marido.)

ÉL - (lo prueba) Está exquisito. ¿Para qué le cortaste la punta?
ELLA - El jamón al horno se hace así.
ÉL- Eso no es cierto, yo he comido otros jamones asados enteros.
ELLA - Puede ser, pero con la punta cortada se cocina mejor.
ÉL - ¡Es ridículo! ¿Por qué?
ELLA - (duda) ... Mi mamá me lo enseñó así.
ÉL- ¡Vamos a la casa de tu mamá!

ACTO SEGUNDO
(En la casa de la madre de Ella.)

ELLA - Mamá, ¿cómo se hace el jamón al horno?
MADRE - Se lo adoba, se le corta la punta y se lo mete al horno.
ELLA - (a Él) ¡¿Viste?!
ÉL - Señora, ¿y para qué le corta la punta?
MADRE - (duda) Bueno... el adobo... la cocción... ¡Mi madre me lo enseñó así!
ÉL - ¡Vamos a la casa de la abuela!

ACTO TERCERO
(En la casa de la abuela de ella)

ELLA - Abuela, ¿cómo se hace el jamón al horno?
ABUELA - Lo adobo bien, lo dejo reposar tres horas, le corto la punta y lo cocino a horno lento.
MADRE - (a Él) ¡¿Viste?!
ELLA - (a Él) ¡¿Viste?!
ÉL - (porfiado) Abuela, ¿para qué le corta la punta?
ABUELA - Hombre, ¡le corto la punta para me pueda entrar en la asadera! Mi horno es tan chico que...
(Cae el telón)

Muchas veces ante determinadas situaciones de la vida, repetimos los modelos y costumbres que hemos ido adquiriendo sin pararnos a pensar si es lo adecuado.
Con esto no quiero decir que esté mal, ya que la experiencia enseña mucho. Pero muchas veces, si nos paramos a pensar, igual lo podemos hacer de otra manera.

El "Siempre se ha hecho así"  no tiene por qué valer siempre. Puede ser que en su momento tuviera una razón de peso que, ahora, para nosotros no es válida o carece de importancia.


IKUS DEZAGUN BESTE ADIBIDE BAT
Jorge Bucay-ren ipuin baten laburpena


 Cuenta una antigua historia que, en un lejano país, había una bella fortaleza.  Ésta llevaba siglos siendo custodiada por la élite de la guardia real de la nación, pues los ciudadanos consideraban a la construcción como un símbolo de la fuerza y hermosura de su historia.
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Cierto día, un nuevo general llegó a la fortaleza y tomó el mando.  Era joven para su cargo, pero sus gestos mostraban seguridad y su mirada, vitalidad e inteligencia.  Decían que se había forjado en mil batallas, y que había alcanzado tan alta responsabilidad y cargo, como consecuencia de sus méritos y victorias.
Lo primero que hizo el general fue recorrer todos los rincones del castillo, del primero al último, y conversar unos minutos con cada uno de los soldados a su cargo.  Comprobó que la situación de sus efectivos estaba bien meditada, cada uno ocupaba el lugar más oportuno para proceder a una rápida defensa en caso de ataque; las zonas más hermosas de la construcción quedaban protegidas tras gruesos muros para evitar su destrucción, y el camino a los sótanos estaba despejado facilitar una buena evacuación  en caso de necesidad.
Sin embargo, hubo algo que le sorprendió.  Una nota disonante en tan perfecta y armoniosa orquesta.  En un lateral del patio central, junto a un antiguo banco de madera de un color blanco desgastado por el paso y las inclemencias del tiempo, había tres soldados haciendo guardia.  No tenía sentido, no había nada que proteger, no era una zona estratégica…  ¿Qué hacían allí?
Cuando se aproximó para preguntarles, su respuesta fue taxativa:
– Estamos montando guardia, señor.
– Ya…  Pero, ¿por qué aquí? –  preguntó el general.
– Porque son las órdenes, señor.
– Pero, ¿qué protegen en este lugar? – volvió a interesarse el general.
– No lo sé, general.  Tendrá que hacer esa pregunta al capitán, que es quien ordena las guardias.
– Así lo haré- respondió extrañado el superior.  
Localizó al capitán y su conversación no arrojó mucha más luz al asunto:  había ordenado esa guardia porque ya se venía haciendo cuando él llegó a la fortaleza como capitán.  Estaba en el libro de órdenes que le entregó el anterior titular de ese cargo.  No pudo darle más explicaciones.
El general no se dio por vencido y comenzó a preguntar a todos los soldados, buscando  una respuesta lógica a su pregunta.  Finalmente la encontró, en un documento fechado 45 años atrás.  Decía así:
“El banco de madera situado en el extremo oriental de la plaza mayor ha sido pintado de blanco durante la noche.  Ordeno  y mando que se establezca una guardia de tres personas para evitar que nadie se siente”.
Extracto de un cuento de Jorge Bucay

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